"VIDA EN HISTORIAS"
Un blog de historias reales de la vida de gente común
Elena Flores
61 años, La Paz, Bolivia
Mi batalla contra el dolor articular: cómo recuperé mi vida a los 60 años
Todo comenzó hace tres años, poco después de cumplir 58. Aquella mañana desperté con un dolor agudo en las rodillas, como si tuviera clavos dentro. "Seguro me excedí trabajando en la huerta ayer", pensé.

Pero el dolor no se iba.

Cada mañana se convirtió en un ritual agonizante: doblar lentamente las rodillas, agarrarme al marco de la cama y levantarme con mucho cuidado. Mi esposo Juan bromeaba: "Elena, eres como un auto viejo que necesita calentarse antes de arrancar".

Al principio lo atribuí a la edad. "¿Qué tanto? ¡Es normal que crujan las rodillas a nuestra edad!"

Pero poco a poco mi vida se llenó de limitaciones.

Dejé de tomar buses por miedo a no poder bajarme a tiempo. En el mercado pedía a los vendedores que me alcanzaran los productos de los estantes altos.

Cuando mi nieto Carlitos, la luz de mis ojos, me decía: "Abuelita, vamos al parque", yo respondía: "Otro día, mi amor". Me partía el alma ver su carita de decepción.

Lo peor era sentirme como una anciana decrépita, cuando por dentro seguía siendo la misma Elena que antes esquiaba en el Chacaltaya y bailaba hasta el amanecer en las fiestas.

Recuerdo el Día de la Madre cuando mis amigas se reunieron en casa de Rosario para celebrar. Todas bailaban huayños, mientras yo sonreía forzadamente desde mi silla, masajeándome las rodillas en silencio. Mi amiga Luisa me susurró: "Elena, ¿qué te pasa? ¡Tú siempre eras la primera en la pista!" Casi me echo a llorar.

El punto de quiebre llegó el año pasado.

Se me cayó un tarro de pepinillos en vinagre - nuestra receta familiar. Mis manos ya no respondían, los dedos parecían de palo. El tarro se rompió, el líquido se regó por todo el piso... y yo no podía agacharme a limpiar. Las rodillas no doblaban, la espalda dolía. Me senté en el suelo y lloré - no por los pepinillos, sino por mi impotencia.

Cuando Juan me encontró así, se asustó mucho.

Al día siguiente me llevó casi a rastras al médico. La doctora - una jovencita - vio mis radiografías y dijo: "Artrosis grado 2 en rodillas y caderas. ¿Qué espera a su edad?" Me recetó pastillas que me causaron acidez y náuseas, pero el dolor seguía igual.

Empecé a usar bastón - como una verdadera anciana. Hasta la señora de la tienda comenzó a llamarme "abuelita" - ¡qué rabia me daba!

Un día, sentada en el banco de la plaza, hablé con doña Susana, mi vecina. Su hijo es corredor de maratones. Ella me dijo: "Doña Elena, pruebe este gel FIX&FLEX, mi hijo lo usa después de correr". Yo me reí: "¡Qué va a servir un simple gel! Los doctores dicen que esto es por la edad".

Pero el dolor no pregunta si crees o no.

Compré el gel - total, nada que perder. La primera semana no sentí diferencia. Seguí usándolo solo porque Juan insistía: "Elena, dale al menos dos semanas".

Y al décimo día... ¡pude levantarme de la cama normalmente! Sin ese horrible ritual matutino. Pensé: "Debe ser casualidad". Pero al día siguiente igual. Y al mes ocurrió el milagro:

Pude:

– Subir las escaleras hasta el tercer piso donde vive Rosario sin parar (antes descansaba en cada rellano)
– Cargar a Carlitos en brazos y hasta hacerlo girar (¡se reía tanto!)
– Trabajar en mi huerta - claro, luego descansaba dos días, ¡pero era un gran avance!

Ahora tengo 61. No voy a mentir - a veces aún siento crujidos, especialmente si me excedo.

¡Pero he vuelto a VIVIR!

El mes pasado fui con mis amigas de excursión a Copacabana - todo el día caminando, ¡y sin problemas! Ayer Juan bromeó: "¿Vieja, por qué no vas a nadar a la piscina municipal?" ¡Y saben qué? ¡Lo estoy considerando seriamente! Con mis "avanzados" 61 años.

Ahora les digo a todas en la plaza: no hay que "protegerse" hasta quedarse inmóvil. Hay que buscar lo que te ayude a seguir siendo tú misma.

Puedo jugar con mi nieto, bailar en las fiestas y hasta correr tras el micro (aunque Juan me regaña). Lo importante es que ya no me siento una anciana inútil. Y eso, créanme, no tiene precio.

Si usted también tiene problemas con las articulaciones, simplemente pruebe el gel FIX&FLEX.

Suya, Elena Flores
Comentarios a la publicación
  • Luisa F. (El Alto)
    ¡No es posible! Cuando leí su historia, sentí que estaba escrita sobre mí. Yo también sufrí durante años de terribles dolores en las piernas — viviendo en El Alto, con tantas escaleras y subidas, era una verdadera tortura. El año pasado, antes del carnaval, decidí probar FIX&FLEX — quería aunque sea bailar un poco. ¡Y oh milagro! En un mes no solo bailaba, sino que pude pasar todo el día con el pesado traje de morenada sin una sola queja. Mis compañeras de baile aún no pueden creer este cambio. Ahora todas nuestras cholitas bailarinas usamos este gel milagroso. ¡Es nuestra arma secreta para el Carnaval!
  • María C. (La Paz)
     ¡Dios mío! Usted historia me conmovió hasta lo más profundo del alma porque yo viví exactamente lo mismo. Cada mañana comenzaba con un dolor terrible en las rodillas, y ni siquiera podía bajar las escaleras de mi casa en El Alto. Soporté esto durante 5 años, hasta que mi hija me trajo FIX&FLEX desde Cochabamba. Después de un mes de uso, no solo me liberé del dolor — ¡sino que puedo bailar caporales en las fiestas nuevamente! Mis nietos todavía no lo pueden creer cuando ven a su abuela en la pista de baile. ¡Es un verdadero milagro!
  • Carlos M. (Cochabamba)
    ¡Aquí en el Altiplano todos sabemos lo mucho que sufren las articulaciones por el frío y el trabajo pesado! Yo llevo 30 años trabajando en construcción, y a los 50 años ya pensaba dejar mi oficio favorito - el dolor en las manos era tan fuerte que no podía ni sostener las herramientas. Probé todos los remedios tradicionales: compresas de cactus, frotaciones con alcohol... Nada funcionaba. ¡FIX&FLEX fue mi salvación! En solo 2 semanas pude volver a trabajar jornadas completas sin dolor. Ahora les recomiendo este gel a todos mis compañeros en la obra.
  • Juana R. (Oruro)
    ¡Ay, querida! Esta historia me hizo recordar cómo sufrí después del nacimiento de mi tercer hijo. Me dolía tanto la espalda que no podía sostener a mi propio bebé. Los médicos solo se encogían de hombros. Una vecina del mercado donde vendo verduras me recomendó FIX&FLEX. Al principio no lo creí — ¡ya había probado tantos remedios! Pero este gel realmente funciona. Ahora no solo cargo a mi niño, sino que también puedo subir las colinas de nuestra ciudad con mi carga de verduras. ¡Gracias a la Virgen del Socavón por esta ayuda!
  • Don Raúl (Santa Cruz)
    A mis 70 años ya me había despedido del sueño de jugar al fútbol con mis nietos. Me dolían tanto las articulaciones que no podía ni siquiera patear un balón. Mi médico en Santa Cruz me decía que era cosa de la edad y que debía resignarme. Pero mi hijo, que trabaja en Chile, me envió FIX&FLEX. Me untaba las rodillas dos veces al día, como estaba indicado, y al mes ¡pude volver a la cancha! Ahora todos los domingos organizamos partidos con mis nietos — los vecinos se ríen diciendo que juego mejor que algunos jóvenes. ¡Este gel me devolvió la alegría de vivir!
  • Sofía Ch. (Sucre)
    He probado todos los remedios caseros contra el dolor en las articulaciones: compresas de cactus, fricciones con grasa de serpiente e incluso oraciones especiales con una curandera. ¡Nada me ayudaba! Durante 10 años sufrí un dolor horrible en las manos — ni siquiera podía tejer los tejidos tradicionales por los que se conoce nuestra región. Cuando leí sobre FIX&FLEX decidí probarlo — total, no tenía nada que perder. ¡Y oh milagro! ¡En solo dos semanas pude volver a tomar las agujas en mis manos! Ahora, tras 3 meses de uso, he vuelto por completo a mi oficio e incluso abrí un pequeño taller. ¡Es increíble cómo cambió mi vida!
  • Miguel A. (Potosí)
    Trabajo en las minas de Potosí desde hace 25 años — es un castigo para las articulaciones. El año pasado ya pensaba en retirarme — los dolores eran insoportables, sobre todo después de los turnos en los túneles húmedos. Mi esposa me convenció de probar FIX&FLEX — su amiga en La Paz lo usaba. No creía que algo pudiera ayudarme después de tantos años de trabajo duro. ¡Pero este gel fue mi salvación! Ahora no solo trabajo sin dolor, sino que también puedo jugar con mis hijos por las tardes. Y hace poco incluso pude viajar con mi familia a Uyuni — ¡caminé por el salar como si fuera joven! ¡Gracias a la Pachamama por esta bendición!
  • Doña Esperanza (Tarija)
    Mis hijas me insistían desde hace tiempo para que probara FIX&FLEX, pero yo no creía — ¡cuántas pomadas ya había probado en mis 68 años! La temporada pasada estaba totalmente desesperada — el dolor de espalda no me dejaba trabajar en nuestro viñedo, y ese es el único ingreso de nuestra familia. Cuando el dolor se volvió insoportable, finalmente acepté probar este gel. ¿Y qué creen? ¡En un mes no solo regresé al trabajo, sino que pude cosechar uvas más rápido que algunas jóvenes trabajadoras! Los vecinos al principio no lo creían, hasta que me vieron cargar canastos llenos. Ahora todos en nuestro pueblo usan FIX&FLEX. ¡Es nuestro pequeño secreto para mantenerse activos en la vejez!
  • Don Carlos (Yungas)
    «Durante 50 años cultivé coca en Yungas — ese trabajo destruyó mi espalda. El año pasado ya no podía agacharme a las plantas — pensé que tendría que abandonar la obra de toda mi vida. Mi nieto, que estudia medicina en La Paz, me trajo FIX&FLEX. Yo era escéptico — demasiadas veces me engañaron con otros remedios. ¡Pero este gel realmente funciona! Ahora vuelvo a trabajar todo el día, y por las noches hasta juego al fútbol con mis bisnietos. Mi esposa dice que he rejuvenecido 20 años. ¡Quién diría que a mis 70 años encontraría una segunda juventud!»

  • Pablo G. (Beni)
    Después de un accidente en moto, los médicos en Trinidad me dijeron que nunca volvería a caminar normalmente — y mucho menos montar a caballo, que es parte de mi trabajo en el rancho. Probé de todo — medicina tradicional y tratamiento con un curandero local. Nada me ayudaba. Cuando mi hermano trajo FIX&FLEX desde La Paz, ya no creía en milagros. ¡Pero este gel realmente cambió mi vida! Ahora, seis meses después, no solo camino sin bastón, sino que vuelvo a trabajar con caballos. El mes pasado incluso participé en un rodeo local — aunque mi esposa me regañó mucho por eso. ¡Este gel es mejor que cualquier medicina moderna o tradicional!